Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo rodeado de bosques. Desde pequeño, había sentido una extraña conexión con la naturaleza y los seres fantásticos que habitaban en ella. A menudo pasaba horas explorando el bosque, soñando despierto y dejándose llevar por su imaginación.
Un día, mientras jugaba en el bosque, Tomás se topó con un pequeño unicornio. El animal mágico parecía asustado y perdido, así que Tomás decidió ayudarlo a encontrar su camino de vuelta a su hogar en el bosque encantado. Juntos, recorrieron largas distancias y atravesaron lugares mágicos que Tomás nunca había visto antes. El pequeño unicornio agradecido, le concedió un deseo y Tomás, emocionado, pidió conocer a la reina del bosque.
De repente, todo se volvió borroso y Tomás se encontró en su cama. Pensó que todo había sido un sueño, pero cuando se levantó para comenzar su día, se dio cuenta de que algo había cambiado. Sus manos estaban cubiertas de polvo de hadas, y al salir al bosque, encontró una pequeña nota de agradecimiento del unicornio que había ayudado a encontrar su hogar.
A partir de ese momento, Tomás sabía que la fantasía y la realidad se mezclaban en su vida. Nunca volvería a ver el mundo de la misma manera. Y así, día tras día, seguía explorando los bosques en busca de más seres fantásticos y aventuras increíbles.